Sin cupo

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Por: Tadeo Intriago

El 26 de febrero del 2016, fue uno de los días donde terminé de escribir un capítulo más e inicié con uno nuevo en mi libro de vida. Después de muchos años de duro sacrificio, por fin estaba cumpliendo una de las tantas metas que me había propuesto: ser una bachiller, que ahora ya no era un sueño sino un hecho.

Alegre, emocionada y satisfecha, portaba por última vez el uniforme de aquella institución que me abrió las puertas y que durante seis años llenó de bellos e inolvidables recuerdos mi adolescencia. Parada frente al espejo de mi habitación, arreglé mi falda de a cuadros color rojo oscuro con azul y blanco, abotoné mi camisa blanca como la nieve y cepille mi larga cabellera azabache, con mi capa y muceta en mano, salí de mi casa, tomé un taxi y me traslade hacia al salón de eventos donde se llevaría a cabo mi graduación.

A las 9:15 de la mañana, llegué al hotel Santo Domingo, sede del evento de egreso de bachilleres, ansiosa, bajé del taxi, pagué y agradecí. Observando la lujosa portada que brindaba aquel establecimiento, miré de arriba hacia abajo, suspiré y caminé hacia la puerta grande por donde entraban padres, madres y estudiantes, con gran nerviosismo, tomé la mano de mi mamá e ingresamos juntas.

Dentro del salón, mi primer impacto fue ver la elegante decoración con flores blancas y cortinas brillantes con los colores del colegio, a mis compañeros y compañeras con sus mejores peinados y los profesores contentos por haber concluido una etapa más con futuros profesionales de la patria.

Mientras esperaba el inicio de la ceremonia, se acercó a mí quién es ese tiempo era la razón del brillo de mis ojos y los latidos de mi corazón: mi enamorado. Traía su característico peinado “palermo”, sus zapatos negros relucientes como un espejo y su uniforme correctamente puesto en su lugar, me saludó como lo hacen los novios, saludó a mi mamá y como llegando con las justas, se anuncia que el evento iba a comenzar.

Nos formamos por última vez conforme el orden de la lista, yo entre los seis primeros, dentro de mi cabeza me repetía: -no lo puedo creer, ya es el momento que anhele por muchos años, que feliz me siento- con una sonrisa de oreja a oreja que me delataba sin yo decir nada. Entonces, me llené entusiasmo al saber que estaba a nada de recibir mi título de bachiller, fueron mencionando a cada estudiante para que ingresara, y cuando llegó mi turno de caminar por la alfombra roja, me sentí como una estrella de cine yendo a recibir un premio Óscar.

Aunque se veían mis pasos sobre la alfombra, yo caminaba sobre las nubes, el piso no lo sentía de tanta emoción, y aquel asiento cubierto de tela blanca con un lazo rojo, era el trono que murmullaba “este es tu lugar”, se me hizo eterno llegar ahí pero cuando tomé asiento, me sentí encima de miles de algodones que me hacían relajar de tanta felicidad.

La ceremonia transcurría con normalidad, se realizó cada punto dentro del cronograma establecido hasta que llegó la entrega de diplomas, fueron llamando a los estudiantes en grupos de seis personas, y mi turno llegó: – la señorita Alejandra Cedeño Macías ¡Aplausos! – exclamó el maestro de ceremonias con sus relucientes perlas en su boca. Me puse de pie y con mi distinguida caminata, fui acercándome a la mesa principal llena de flores donde se encontraban las autoridades del plantel.

Sonriente y con elegante terno de etiqueta, me hace la entrega de mi tesoro uno de los profesores más sabios que tiene la institución y en medio de la algarabía con su gruesa voz, me platica:

-Muchas felicidades mi estimada Alejandra, me siento satisfecho de verte aquí, entre los mejores- puntualiza mientras sostiene con sus manos el título con mi nombre.

-Le agradezco en el alma profesor Carlos, por la paciencia y dedicación en sus enseñanzas- contesté mirándolo a los ojos y recibiendo mi trocito de vida.

Me volteé, sonreí y coloqué mi diploma a la altura de mi pecho mientras los flashes de las cámaras me dejaban ciega por la intensidad de la luz. Finalmente, después de haber realizado las entregas correspondientes a todos los alumnos, entonamos por última vez el himno del colegio y así, dio por concluido el mágico cambio del mundo adolescente al adulto.

Luego de tantas horas de felicidad, tomé un taxi y me movilicé hasta mi hogar. Llegando a mi casa, guardé mis documentos en una carpeta amarilla, me retiré mi uniforme, saqué el maquillaje y me entré a duchar, después de 15 minutos, me relajé, me vestí y me senté en la mesa del comedor a meditar que era lo que iba a estudiar en la universidad

Analicé tantas opciones hasta que me decidí por la profesión en que salvar vidas es el motor de funcionamiento en esa vocación, donde la batalla es constante por vencer a enemigos silenciosos que atacan sin piedad en un terreno donde sólo los valientes se adentran a luchar sin espadas y sin escudo de protección: son sencillamente conocidos como los héroes de capa blanca.

Mi presente y mi futuro, ya estaban escritos por mí misma, esa sería la carátula de presentación del nuevo capítulo de mi libro de vida, decorada con tonos celestes y blancos. La emoción era tan grande que no me cabía tanta felicidad en mi pecho y sentía que mi corazón iba a explotar de alegría, y a pesar de que no fue una decisión fácil, me incliné por lo que mis instintos me decían, ser doctora era lo que me convenía.

Al llegar a casa mi madre, inmediatamente entablé una conversación con ella y le comenté la decisión que había tomado:

-Mamá, he decidido de qué es de lo que voy a vivir toda la vida- me referí a ella con mi rostro de satisfacción al saber que me apoyaría.

– ¿Qué es lo que has decidido estudiar, negra? – preguntó mi madre con seriedad mientras retiraba sus zapatos por el cansancio de haber caminado.

– Medicina, eso es lo que voy a estudiar y será mi sustento hasta que llegue a viejita- respondí toda emocionada por saber cuál sería su reacción.

– ¿Estás segura de eso? Recuerda que aquí hay universidades pagadas y el semestre es muy caro- aludió mientras me miraba con cara de inseguridad.

-Pero mamita, voy a postular para una universidad pública así que no te preocupes por eso-

-Eso implica gastos de todos modos Alejandra, debes irte de la ciudad, buscar dónde vivir, la comida y demás gastos que demanda estar en un lugar que no es tu casa- contestó con tono alterado y pocos deseos de que siga estudiando.

– Entonces ¿me estás diciendo que me quede aquí estancada con un título de bachiller y no progrese en la vida? – interrogué con una voz quebrante y molesta por no tener su apoyo.

-No es eso, simplemente mira por lo que estamos atravesando, económicamente estamos mal, ¿De dónde quieres que saque dinero para pagarte los estudios? – vocifera mientras golpea sus manos en sus piernas.

-No te preocupes, no voy a ser una carga para ti- contesté con mucha molestia y me retiré hacia mi cuarto.

Acostada en mi cama y llorando, me preguntaba a mí misma si de verdad tendría un futuro asegurado o solamente sería un sueño plasmado, la inseguridad se apoderó de mí y en ese momento de tristeza solamente abracé mi almohada y sin pensarlo ni quererlo, me dormí, tanto era el cansancio y la depresión que me desperté al día siguiente muy temprano por la mañana.

En definitiva, había comenzado a escribir el nuevo capítulo en mi libro de vida, pero había empezado mal, eso no fue impedimento para ir atrás de mis sueños. Eran las 9:00 de la mañana y me dirigí al ciber al lado de mi casa, saludé y adquirir una computadora, ese día serían las postulaciones para el ingreso a la universidad y como alma que lleva el diablo, me apresuré para poder alcanzar y postular en los lugares más cercanos a donde yo vivía.

Alrededor de un mes, fue el lapso de tiempo que tuve que esperar para obtener respuesta de si me habían asignado o no cupo. El día llegó, y la emoción me comía viva, la ansiedad y desesperación por saber cuál era el resultado que me esperaba, era más grande que el hambre que me podía producir en ese instante. Me acerqué de nuevo al ciber, me senté frente a la computadora e ingresé a la plataforma para verificar el resultado final.

Me mantenía optimista y segura, tenía un buen presentimiento de que mi sueño de ser una heroína de capa blanca, se haría realidad. Por más positivismo que llegué a tener, la tortilla se volteó y el lado de la esperanza estaba quemada, lo único que apareció en todo el sistema fue “sin cupo, sin cupo y sin cupo”, toda mi ilusión se fue al suelo u se destrozó como si arrojarán una naranja desde el edificio más alto del mundo.

Me decepcioné tanto que hasta llegué a pensar que no había dado lo suficiente en aquella prueba de egreso de bachilleres y ese sería el motivo por el que no obtuve cupo en ninguna universidad. A pesar de mi profunda tristeza no me mostré como tal ante los ojos de mi madre, simplemente ingresé directo a mi habitación y no salí de ahí hasta la noche.

La puerta que se me había cerrado dejó abierta una ventana, tipo 8:30 de la noche, recibí una llamada en el celular de mi mamá, era la señora Carmen dueña de una estética de belleza que se encontraba a dos cuadras de mi casa, con su elegante modo de hablar se dirigió hacia mí:

– Alejandra muy buenas noches ¿cómo estás?, espero que muy bien y muchas felicidades por tu graduación – matiza con su tono de voz tan elegante.

– Señora Carmen muy buenas noches, no del todo bien pero sí agradecida por la vida, dígame ¿en qué le puedo ayudar? – cuestioné mientras tomaba un poco de café.

– De mucho mi estimada niña, te comento que necesito una chica que sepa de belleza para que me ayude en el local de lunes a sábado, ¿Tal vez a ti te interesaría trabajar conmigo? – me propone con bastante interés en mí.

Asombrada respondí -claro que sí, me encantaría trabajar con usted mi doña- refunfuñando de alegría mientras mi madre me veía.

-Es un hecho entonces, te espero mañana a partir de las 2:00 de la tarde, cuídate y bendiciones- colgó la llamada y yo saltando de la alegría en mi sala.

En ese instante supe que Dios aprieta pero no ahorca, a pesar de que no estaba estudiando como lo tenía planeado, empezar a trabajar me ayudaría a guardar dinero para en un futuro, no muy lejano, poder irme a estudiar, tomé de inmediato aquello oportunidad que se me había presentado, y sin tirar la toalla, continúe con la construcción de mi camino al éxito.

Aquel paisaje que había sido cubierto por nubes grises, estaba brillando de nuevo y el arcoíris comenzaba a salir. La mañana estaba tan reluciente y brillante por la linterna que alumbra el planeta, me levanté con el mejor pensamiento que pueda existir en el mundo, y mientras hacía los quehaceres del hogar, mentalizaba todo lo que quería lograr poco a poco.

El momento de trabajar había llegado, luciendo mi pantalón jean azul, mi blusa blanca y mis zapatillas cafés, salí de mi casa y me dirigí a el local dónde iba a empezar mi jornada. En ese trabajo estuve alrededor de nueve meses, de los cuales aprendí mucho y hoy esos aprendizajes los he puesto en práctica en mis tiempos libres.

El 2017 llegó, y con el, la nueva esperanza de que este año ya iba ingresar a la universidad y estudiar lo que tanto anhelaba. Las postulaciones para ingreso a las universidades se habían abierto nuevamente, esta vez, me tocaría postular con una generación distinta a la mía pero que teníamos en común las ganas de superación. Ahora fui a la casa de una tía que me permitió usar su computadora para realizar el proceso, entusiasmada volví a seleccionar las universidades que yo veía más factibles y entre mis opciones estaba medicina como la carrera que quería.

En menos de media hora culminé el proceso y rogándole a Dios que me brindase la oportunidad de poder estudiar, me dirigí a mi casa a seguir meditando sobre lo que podría pasar si el resultado fuera favorecedor para mí. – si esta vez ya ingresó a estudiar y tengo que irme a otro lado el dinero que guardé servirá de apoyo por unos meses hasta que consiga otro trabajo – pensaba mientras veía el techo y abrazaba mi almohada.

En esta ocasión los resultados no iban a tardar, después de ocho días, ya estaban publicados en la plataforma. Ilusionada y sin perder la fé. fui nuevamente a la casa de mi tía para ver qué había sucedido, ingresando al sistema me llevo la grata sorpresa de que otra vez no había conseguido cupo, mi corazón se rompió en mil pedacitos como un vidrio al ser golpeado por una pelota, entré en un mar de lágrimas infinito que ni con el abrazo de mi madre se calmaba.

Comencé a pensar que el estudio no era para mí y que después de dos intentos fallidos ya no había más que hacer, simplemente me preguntaba una y otra vez que era lo que había hecho mal, qué era lo que me faltaba para poder ser una estudiante universitaria, Por más que me preguntaba mil veces lo mismo, no hallaba respuesta alguna que me quitara la duda.

Después de quedarme sin empleo, el resto del año recorrí las calles, locales y oficinas de la ciudad, pero la plaza de trabajo era escasa y solo quien tenía suerte o “palanca”, podría ingresar a trabajar. Consideré aquel tiempo como uno de los peores que había atravesado a mi corta edad, sin trabajo, sin dinero y sin estudio, sentía que la vida se me iba por una tubería, cayendo por el desagüe de los sueños rotos.

Le di la bienvenida al 2018, y parecía que este año se pintaría de rosa. Entre los primeros meses hubo un cambio que no fue de nuestro agrado, pero no nos quedaba de otra más que seguir a nuestra mamá porque no teníamos a dónde ir, pero más allá de eso, su nueva pareja me ayudó a conseguir trabajo en una panadería, lugar en el que estuve trabajando alrededor de seis meses en ese año, pero por motivos de desacuerdos entre la mujer del dueño, tuve que renunciar a ese empleo.

Mientras tanto, seguía con la lucha constante de un cupo en la universidad, ese año tuve que volver a dar las pruebas de ser bachiller, pero en esta ocasión estaría acompañada de mi tío, que también estaba peleando por una oportunidad al igual que yo. juntos nos dirigimos a la institución designada para poder rendir la prueba y luego de dos horas haciendo el examen, los resultados fueron mejores que los primeros y fue ahí donde vi la luz al final del túnel.

A lo largo de tres semanas estuvimos a la espera de que los resultados estuvieran en la plataforma, aquel viernes en la madrugada con una lluvia fuerte, mi tío me llama y me comunica que los resultados ya están vigentes:

– ¡Alejandra! Ya puedes revisar los resultados, pilas – exclamó con alegría y preocupación mi tío.

– De acuerdo tío, muchas gracias por avisarme – respondí yo mientras estaba arropada de pies a cabeza en mi cama por el frío que estaba haciendo.

Ingresé a la plataforma y nuevamente sucedió lo de hace dos ocasiones atrás, “sin cupo, sin cupo y sin cupo”, volvió a salir como resultado, esta vez no lloré, simplemente bloqueé mi teléfono, lo puse debajo de mi almohada y me acosté a dormir. Al día siguiente me levanté como si nada porque cada vez me importaba menos si me daban o no cupo.

Durante todo el año 2018 también estuve sin empleo, pero conocí a una amiga qué es profesora de niños, en ocasiones tuve la oportunidad de reemplazarla cuando ella tenía inconvenientes, eran muy extraños los momentos en que yo iba por ella a trabajar. Sin embargo, aprovechaba ciertas oportunidades al máximo para adquirir nuevos conocimientos en una disciplina distinta.

Finalizando el año, mi amiga tuvo complicaciones en el embarazo y necesitaba descanso para no perder a su bebé, fue ahí cuando se me presentó la oportunidad de ser maestra de reemplazo nuevamente, pero esta vez por tres meses, tomé este nuevo desafío y fue ahí que me enamoré de la profesión de ser maestra, luego de culminar esta etapa, me llaman a una entrevista de trabajo en una lubricadora de autos. Asistí con todo el optimismo del mundo y tuve la dicha de obtener el empleo.

Ese trabajo fue la plataforma para que el nombre de Alejandra Cedeño se diera a conocer en la ciudad, estuve trabajando todo el 2019 a inicios del 2020, en ese transcurso asistí a muchos eventos en los que conocí a personas maravillosas e hice amistades que me podrían ayudar si algún momento lo necesitará.

Por ese lapso de tiempo me olvidé la fuente de mis sueños, pero no del todo, en abril del 2020 accedí al sistema de educación superior para ver qué novedades había y me llevé la sorpresa de que podía postular nuevamente con el puntaje de hace dos años, sin pensarlo ni meditarlo, realicé el proceso y me postulé, pero esta vez para fuente de enseñanza.

Luego de casi cinco días de espera, por curiosidad ingresé al sistema para ver qué había sucedido, la novedad fue tan grande que de un grito destruía tímpanos de las personas y rompía espejos relucientes, saltando en una pierna, llena de alegría y emoción, daba vueltas en el aire por saber que por fin había obtenido cupo para estudiar educación.

Hoy con mis 23 años de edad, me encuentro iniciando a pasos de tortuga lo que tanto anhelé, parece un sueño, pero es la pura realidad, y a pesar de que soy la mayor de todos mis compañeros, eso no es impedimento para terminar lo que comencé.

El camino al éxito está lleno de muchas espinas, mismas que se clavan en nuestros pies y no quieren salir pero que con mucha fuerza y dolor las arrancamos de nosotros para continuar sin descansar, nos enfrentamos a diario a una montaña de obstáculos que con el entusiasmo necesario, la escalamos para llegar a la cima, no hay resultado sin sacrificio, no hay sacrificio sin dolor y no hay dolor sin arriesgarse a lanzarse al vacío.

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